sábado, 7 de marzo de 2009

Los prefectos y el "pacto de La Habana"


Negar a esta altura que la crisis de la oposición tiene origen en la inmoral impostura de la partidocracia congresal, sería un absurdo. Peor aún, apostar cualquier acción jurídica seria contra el gobierno de Evo Morales al respaldo de la "oposición" en el Congreso, resulta de una ingenuidad que raya peligrosamente en la estupidez.

A escasas horas de que el Conalde pretendiera retomar liderazgo nacional querellándose contra el presidente Morales por emitir disposiciones que viabilizaron contratos lesivos al Estado en YPFB y la ABC, la Comisión del Senado que investiga el escándalo en la estatal petrolera evacuó la Resolución 13/09, que absuelve a Evo de cualquier responsabilidad en el millonario desfalco que empezó con su firma en dos polémicos decretos.

El "entendimiento de La Habana", ese viejo pacto de "herir pero jamás a matar" suscrito en la isla por las cabezas del oficialismo y la oposición ni bien iniciada la legislatura 2006, demostró su plena vigencia e hizo morder el polvo de la frustración a los caudillos de la resistencia regional, de nuevo.

Esto, por supuesto, provocó que se oficialice la dimisión de un bloque de legisladores podemistas, liderados por el presidente del Senado Oscar Ortiz, dejando sentada la incompatibilidad moral entre quienes se van y quienes se quedan en la agrupación de Quiroga Ramírez. Sirve como señal, pero no como perspectiva para recomponer la oposición y es - como reconoce Ortiz - una apuesta incierta al largo plazo.

Por otro lado, lograda la absolutoria complicidad senatorial, era previsible que viniera un feroz contraataque del gobierno a los prefectos. El MAS y Podemos entienden perfectamente que para Mario Cossío y los otros caudillos regionales enjuiciar al presidente Morales representa no sólo la posibilidad de retomar el liderazgo de la oposición, sino -y sobre todo- la opción de librarse del estigma de la capitulación de septiembre de 2008 que devaluó al movimiento cívico-prefectural.

Los prefectos, por su parte, apostaron todo a una sola mano; en esta osada maniobra se jugaron la absolución de sus errores políticos y perdieron, de nuevo.

Su error es recurrente: una ingenuidad que raya en la idiotez y la falta de lectura política nacional. Tan absurdo simplismo de pensar que era posible hacer prosperar semejante ofensiva contra el oficialismo apoyándose en Podemos, es creer en la posibilidad de una oposición como simple agregación de todos los resabios neoliberales. Pero lo gatos viejos no aprenden trucos nuevos y el senador Walter Guiteras ha notificado oficialmente a los prefectos que de Podemos no pueden esperar nada.

Y es que después de haberlos inducido al Revocatorio de agosto de 2008 y a la vergonzosa capitulación de la autonomía en septiembre, pisar de nuevo el palito y confiar nuevamente tan osada táctica al respaldo de la partidocracia senatorial, fue malograr una gran oportunidad y reincidir en un error político de lesa inmadurez; un error que esta vez cobrará una cara factura al Conalde.

Manfred se lo advirtió al Prefecto de Tarija en julio de 2008: La verdadera contradicción política en este país está dada entre quienes pregonan la descentralización del poder y quienes se aferran al viejo modelo de concentración del poder. Hay mayor identidad de intereses entre la partidocracia de derecha y el MAS que lealtad hacia las regiones.

El Conalde tiene la dura tarea de asumir que oponerse al centralismo es también ponerse al frente de los intereses de la partidocracia; romper con el absurdo presupuesto de "estamos todos en el mismo bando". Para Mario Cossío, que claramente aspira a presidir el Conalde, la disyuntiva es aun más drástica: Hay que decidir entre asumir vocación de poder real o seguir siendo el tonto útil de esa derecha residual que lo empujó a ser el eslabón débil del proceso autonómico.

En un estado históricamente híper presidencialista, las universidades públicas, las prefecturas, las municipalidades, fueron reductos naturales de la democracia.
La autocracia sometió esos reductos, pero otros surgieron. La consistencia ideológica, el confinamiento, el exilio, son nuestros nuevos reductos. Desde ahí resistimos, urdimos, aguardamos, la hora de dar de nuevo batalla, el tiempo de recuperar la democracia.

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