domingo, 18 de mayo de 2014

Una "oposición" con el síndrome "Pentangeli"

Las actitudes de oposición al gobierno en Bolivia son “asuntos de familia”, incordios entre concordes, de esas reyertas callejeras que se resuelvan trasportas. Son públicas, dolorosas, pero nunca prosperan más allá de la pataleta del hijo ilegitimo o la demanda de reconocimiento paterno del bastardo relegado.

De ahí que personalmente desahucié las posibilidades de cualquier comisión legislativa que pretendiera indagar los crímenes políticos del gobierno de Morales, en tanto dicha instancia estuviera conformada, aun de manera parcial, por diputados que fueron electos y directos operadores del régimen cocalero.
Para contrapuntear con una interesante columna de prensa, referida a las actitudes mafiosas traficadas  a la práctica política por el gobierno del MAS (EL DIARIO, 05/18/14), es necesario apostillar las analogías entre la realidad boliviana y la insigne obra de Mario Puzzo sobre las mafias ítalo-americanas.

La columna en cuestión advierte tras la deserción de la Comisión de la Verdad y Justicia de los diputados Fabián Yaksic (MSM) y Rebeca Delgado (MAS) presiones de orden mafioso, similares a las que el Clan Corleone – protagonista de la obra de Puzzo – operó en la Nueva York del siglo pasado para mantener una campana de silencio e impunidad en torno a sus crímenes.
Y sin duda la asociación entre los diputados desertores y el célebre “Caporegime” de los Corleone, Francesco Pentangeli (o Frankie “Five Angels”), que deserta y traiciona a “la familia” al erróneamente creerse condenado a muerte por “il capo di tutti capi”, es una analogía inmejorable.

Igual que Frankie “cinco ángeles”, Delgado y Yaksic fueron obsecuentes operadores políticos del gobierno, durante una de las épocas más tenebrosas del “régimen del terror” cocalero: El aplastamiento de la insurrección autonómica regional contra el centralismo. Yaksic y Delgado defendieron desde cargos gubernamentales e hicieron apología de la ocupación militar-cocalera en las regiones opositoras entre enero de 2007 en Cochabamba y septiembre de 2008 en Santa Cruz, acusando de separatismo a los dirigentes de las regiones que sufragaron por descentralización político-administrativa.
De la mano del entonces ministro Juan Ramón Quintana, Yaksic comando “in situ” la ocupación militar de Cochabamba y el asedio al Gobierno Departamental que terminaría con el incendio del palacio prefectural. Luego, a razón de esa guerra intestina que consume a este y a todo gobierno que ha logrado el monopolio del poder, ambos se sintieron demás dentro su propia estructura, se desentendieron del gobierno y se declararon “opositores”.

Ejerciendo ya no el encubrimiento legislativo sino el rol de fiscalización, ambos se chocaron con las visibles incongruencias y arbitrariedades del caso terrorismo y terminaron conformando una comisión que reveló no sólo cómo el gobierno urdió una impostura canalla para legalizar su cacería de la oposición, sino además el andamiaje jurídico-político que operó esa cacería y que le dio camuflaje legal al más grande caso de violación de derechos humanos desde las dictaduras militares.
Ya frente al Congreso y en interpelación al ministro de Gobierno, ambos diputados sufrieron un repentino ataque del “síndrome Pentangeli”, renunciando ambos 24 horas después a una comisión que visibilizo la intervención de la justicia y su domesticación para la cacería a la oposición.

Recuerdo bien al consigliere de los Corleone, el irlandés Tom Hagen, reflexionando a Pentangeli sobre sus opciones para enmendar sus infidencias sobre “la familia” al FBI, dejando claro que el suicidio era su única puerta. Le habrá tomado menos que eso a García Linera recordarle a su abogada de cabecera desde hace más de dos décadas, que ella y el ex Viceministro de Descentralización Yaksic fueron demasiado protagónicos de la farsa sobre separatismo, como para serruchar las vigas del escenario, sin auto inmolarse en el corto plazo.

En un estado históricamente híper presidencialista, las universidades públicas, las prefecturas, las municipalidades, fueron reductos naturales de la democracia.
La autocracia sometió esos reductos, pero otros surgieron. La consistencia ideológica, el confinamiento, el exilio, son nuestros nuevos reductos. Desde ahí resistimos, urdimos, aguardamos, la hora de dar de nuevo batalla, el tiempo de recuperar la democracia.

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