sábado, 7 de junio de 2014

Toda la energía de Los Andes

La nuestra es una familia boliviana, lo que significa que nos enteramos, resolvimos y asistimos corporativamente a la "semana de la bolivianidad" en el Museo de las Culturas Nativas en Washington. 
Más allá de la previsible sinergia del reencuentro con los connacionales y las danzas nativas, recibimos una grata carga de energía inesperada de la visita de Roberto Mamani Mamani y su nueva serie Suma Qamaña, un nombre que dice mucho del boliviano, pero mucho más del residente boliviano en EEUU.
Bolivia es una mancha demográfica insoslayable en el mapa de la costa este los Estados Unidos. Desde la década de los 60 del siglo pasado, primero las clases medias urbanas y luego la población rural de Bolivia, inmigró detrás del sueño americano, sembrando colonias desde el sur de la Florida hasta Virginia del Norte y Nueva York.
Trajeron con ellos su fuerza de trabajo, su cultura, su arte y una actitud frente a la vida que ha sido su principal atractivo como comunidad, pero también la zona de conflicto en su proceso de adaptación a la disciplina de vida en la Unión Americana: El "vivir bien", traducción de la voz nativa Suma Qamaña.
El boliviano viene de una tradición y una comprensión del mundo que se evade del espíritu de acumulación capitalista, tan propio de la cultura americana, pero que sin embargo abraza la singular paradoja del trabajo duro y el goce pleno como ambivalente religión.
El boliviano trabaja y su prestigio como obrero incansable lo ha forjado apuntalando el desarrollo de áreas neuralgicas del crecimiento del eje metropolitano de la capital, como la arquitectura, la hotelería y el turismo.
Desde la construcción hasta la gastronomía, los bolivianos han dejado una marca indeleble en esta parte de los Estados Unidos y de a poco su cultura se ha hecho parte del patrimonio cultural de este país.
Pero el boliviano también vive bien, adapta y desarrolla su capacidad para la diversión a su entorno y arrastra a sus anfitriones a su lógica de equilibrio entre la fiesta y el trabajo.
De Maryland a Virginia los desfiles y las ferias americanas hoy tienen como infaltable componente la cocina y la danza boliviana.
Por eso era justo preguntarle a Mamani Mamani si su obra recogerá alguna vez esa otra energía de los Andes que emana de ese alrededor de millón de bolivianos que hace medio siglo que contribuye, con su capacidad de trabajo, su creatividad, su arte y sus sabores, en la edificación de una América más diversa.
El arte de Roberto nos dejó toda la energía de sus colores y del sol de Los Andes, pero se lleva consigo la otra Suma Qamaña; esa energía que emana de la "Virginia de los Bolivianos" construida, al menos en parte, con sus brazos de acero, su corazón de volcán y su espíritu telúrico.


En un estado históricamente híper presidencialista, las universidades públicas, las prefecturas, las municipalidades, fueron reductos naturales de la democracia.
La autocracia sometió esos reductos, pero otros surgieron. La consistencia ideológica, el confinamiento, el exilio, son nuestros nuevos reductos. Desde ahí resistimos, urdimos, aguardamos, la hora de dar de nuevo batalla, el tiempo de recuperar la democracia.

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